martes, 5 de abril de 2011

¿Qué es un Ciclón ?





Ciclón:

 
  Puede decirse que un  Ciclón tropical es un término meteorológico usado para referirse a un sistema de tormentas caracterizado por una circulación cerrada alrededor de un centro de baja presión y que produce fuertes vientos y abundante lluvia. Los ciclones tropicales extraen su energía de la condensación de aire húmedo, produciendo fuertes vientos. Se distinguen de otras tormentas ciclónicas, como las bajas polares, por el mecanismo de calor que las alimenta, que las convierte en sistemas tormentosos de "núcleo cálido". Dependiendo de su fuerza y localización, un ciclón tropical puede llamarse depresión tropical, tormenta tropical, huracán, tifón o simplemente ciclón.

Ciclón Catarina, un infrecuente ciclón tropical del Atlántico Sur visto desde la Estación Espacial Internacional el 26 de marzo de 2004, que llegó a tener viento de hasta 240 km/h.

   Su nombre se deriva de los trópicos y su naturaleza ciclónica. El término "tropical" se refiere tanto al origen geográfico de estos sistemas, que se forman casi exclusivamente en las regiones tropicales del planeta, como a su formación en masas de aire tropical de origen marino. El término "ciclón" se refiere a la naturaleza ciclónica de las tormentas, con una rotación en el sentido contrario al de las agujas del reloj en el hemisferio norte y en el sentido de las agujas del reloj en el hemisferio sur.
   Los ciclones tropicales pueden producir vientos, olas extremadamente grandes y extremadamente fuertes, tornados, lluvias torrenciales (que pueden producir inundaciones y corrimientos de tierra) y también pueden provocar marejadas ciclónicas en áreas costeras. Se desarrollan sobre extensas superficies de agua cálida y pierden su fuerza cuando penetran en tierra. Esa es una de las razones por la que las zonas costeras son dañadas de forma significativa por los ciclones tropicales, mientras que las regiones interiores están relativamente a salvo de recibir fuertes vientos. Sin embargo, las fuertes lluvias pueden producir inundaciones tierra adentro y las marejadas ciclónicas pueden producir inundaciones extensas a más de 40 km hacia el interior.



 ¿Cómo está conformado?
  Todos los ciclones tropicales son áreas de baja presión atmosférica cerca de la superficie de la Tierra. Las presiones registradas en el centro de los ciclones tropicales están entre las más bajas registradas en la superficie terrestre al nivel del mar.Los ciclones tropicales se caracterizan y funcionan por lo que se conoce como núcleo cálido, que consiste en la expulsión de grandes cantidades de calor latente de vaporización que se eleva, lo que provoca la condensación del vapor de agua. Este calor se distribuye verticalmente alrededor del centro de la tormenta. Por ello, a cualquier altitud (excepto cerca de la superficie, donde la temperatura del agua dictamina la temperatura del aire) el centro del ciclón siempre es más cálido que su alrededor. Las principales partes de un ciclón son el ojo, la pared del ojo y las bandas lluviosas.

Entrada en tierra:
  Oficialmente, la "entrada en tierra" se produce cuando el centro de una tormenta (el centro del ojo, no su extremo), alcanza tierra. Naturalmente, las condiciones de tormenta pueden sentirse en la costa y en el interior mucho antes de la llegada. En realidad, para una tormenta moviéndose hacia el interior, las áreas de entrada en tierra experimentan la mitad de la misma antes de la llegada del centro del ojo. Para situaciones de emergencia, las acciones deberían temporizarse en relación a cuándo llegarán las rachas de viento más fuertes y no en relación a cuándo se produce la entrada.

 Disipación:
Un ciclón tropical puede dejar de tener características tropicales de varias maneras:

 Al internarse en tierra, quedándose así sin el agua cálida que necesita para retroalimentarse y rápidamente pierde fuerza. Muchas tormentas pierden su fuerza rápidamente después de entrar en tierra y se convierten en áreas desorganizadas de baja presión en un día o dos. Hay, sin embargo, una oportunidad de regeneración si vuelven a entrar en aguas abiertas. Si una tormenta se sitúa sobre las montañas incluso por un breve espacio de tiempo, puede perder velozmente su estructura. Sin embargo, muchas pérdidas durante las tormentas ocurren en terreno montañoso, ya que el ciclón moribundo descarga lluvias torrenciales que pueden conducir a graves inundaciones y avalanchas de barro.
  Al permanecer durante mucho tiempo en la misma zona del océano, extrayendo calor de la superficie hasta que está demasiado frío para seguir alimentando a la tormenta. Sin una superficie cálida de agua, la tormenta no puede sobrevivir.
Con una cizalladura vertical, causando que la convección pierda su dirección y el motor de calor se rompa.
Puede disiparse por ser lo suficientemente débil como para ser consumido por otra área de bajas presiones, rompiéndolo y uniéndose a la misma para formar una gran área de tormentas no ciclónicas. (que sin embargo pueden fortalecerse significativamente).

   Al entrar en aguas más frías. Esto no significa necesariamente la muerte de la tormenta, pero perdería sus características tropicales. Estas tormentas son ciclones extratropicales.
Al formarse forma una pared del ojo exterior (normalmente a 80 kilómetros del centro de la tormenta), estrangulando la convección hacia la pared interior. Este debilitamiento es normalmente temporal salvo que se reúna con alguna otra condición anteriormente expuesta.



  Incluso después de que se diga que un ciclón tropical es extratropical o se ha disipado, puede tener todavía viento con una fuerza de tormenta tropical (u ocasionalmente fuerza de huracán) y descargar abundante lluvia. Cuando un ciclón tropical alcanza latitudes más altas o pasa sobre tierra puede unirse con un frente frío o desarrollarse a ciclón frontal, llamado también ciclón extratropical. En el Océano Atlántico, estos ciclones pueden ser violentos e incluso conservar fuerza de huracán cuando alcanzan Europa como Tormentas de Viento Europeas.


 Disipación artificial:

  En las décadas de 1960 y 1970, el gobierno de Estados Unidos intentó debilitar huracanes con su Proyecto Stormfury por medio del sembrado de tormentas seleccionadas con yoduro de plata. Se pensaba que el sembrado causaría que el agua superenfriada en las bandas de lluvia exteriores se congelasen, causando el colapso de la pared interior del ojo y, así, reducir los vientos. Los vientos del Huracán Debbie redujeron su fuerza un 30 por ciento, pero recuperaron su fuerza después de los dos intentos. En un episodio anterior, el desastre golpeó cuando un huracán, al este de Jacksonville, Florida, fue sembrado, cambiando repentinamente su curso y golpeando en Savannah, Georgia.[51] Dado que había mucha incertidumbre sobre el comportamiento de estas tormentas, el gobierno federal no aprobaría las operaciones de siembra a menos que los huracanes tuvieran menos del 10 por ciento de posibilidades de hacer entrada en tierra en 48 horas.

  El proyecto fue cancelado después de que se descubriera que los ciclos de reemplazo del ojo ocurrían de forma natural en los huracanes fuertes, provocando dudas sobre los resultados de los experimentos anteriores. Hoy en día, se sabe que el yoduro de plata no tiene efecto porque la cantidad de agua fría en las bandas de lluvia de un ciclón tropical es demasiado baja.


  A lo largo del tiempo se han sugerido otras aproximaciones, como enfriar el agua bajo un ciclón tropical remolcando icebergs a los océanos tropicales; tirando grandes cantidades de hielo en el ojo en las fases más tempranas, así el calor latente es absorbido por el hielo en la entrada (base del perímetro de la célula tormentosa) en vez de convertirse en energía cinética a grandes alturas; cubrir el océano con una sustancia que inhiba la evaporación; o golpeando el ciclón con armas nucleares (en esta última no se llevó a cabo porque la radiación sería esparcida rápidamente por el globo). Todas estas aproximaciones sufrieron el mismo problema: los ciclones tropicales son demasiado grandes para que cualquiera de ellas sea práctica.



  En 1976 un meteorólogo estadounidense propuso la idea de quemar grandes cantidades de petróleo en el mar para producir un carbón negro que sería liberado en la capa fronteriza del huracán. Así se absorbería el calor solar y el del mar enviándolo a la atmósfera, sólo así se reduciría la intensidad del ojo. Nunca se llevó a la práctica.
Sin embargo, se ha sugerido que se puede cambiar el curso de una tormenta durante las primeras fases de su formación, tales como usando satélites para alterar las condiciones medioambientales, o, siendo más realistas, esparciendo una capa degradable de aceite sobre el océano que evitaría que el vapor de agua alimentase a la tormenta.

 Monitorización, observación y recorrido:

  Vista de puesta del sol en las bandas de lluvia del Huracán Isidoro, fotografiado a 2220 metros de altura.Los ciclones tropicales intensos son un desafío bastante particular para la observación. Al ser un peligroso fenómeno oceánico, las estaciones meteorológicas rara vez están disponibles en el lugar de la tormenta. Las observaciones a nivel de superficie sólo se pueden realizar si la tormenta pasa sobre una isla o se sitúa en un área costera, o si, desafortunadamente, encuentra un barco en su camino. Incluso en estos casos, las mediciones en tiempo real sólo son posibles en la periferia del ciclón, donde las condiciones son menos catastróficas.
Sin embargo es posible tomar mediciones in-situ, en tiempo real, enviando vuelos de reconocimiento especialmente equipados para introducirse en un ciclón. En la región atlántica, estos vuelos se realizan por medio de los cazadores de huracanes del gobierno de EEUU.


   Los aviones usados son el C-130 Hércules y el Orión WP-3D, ambos aviones de carga equipados con cuatro motores turbopropulsados. Estos aviones vuelan directamente en el ciclón y realizan mediciones directas y remotas. El avión también lanza sondas GPS en el ciclón. Miden temperatura, humedad, presión y especialmente, los vientos entre el nivel de vuelo y la superficie del océano.


  En la observación de huracanes, ha comenzado una nueva era cuando una aerosonda pilotada remotamente fue lanzada al interior de la Tormenta Tropical Ophleia a su paso por la Costa Este de Virginia durante la temporada atlántica de huracanes del año 2005. Se ha convertido en una nueva forma de examinar tormentas en bajas latitudes, en las que los pilotos humanos raramente se atreven a internarse.


  Los ciclones lejos de tierra son monitorizados por satélites meteorológicos que capturan imágenes visibles e infrarrojas desde el espacio, habitualmente en intervalos de quince a treinta minutos. Según se aproximan a tierra, pueden observarse desde superficie con un Radar Doppler. Los radares desempeñan un papel crucial alrededor de la entrada en tierra porque muestra la intensidad y ubicación de la tormenta minuto a minuto.

 
  Recientemente, los investigadores académicos han comenzado a desplegar estaciones fortificadas para aguantar vientos huracanados. Los dos programas más grandes son el Programa de Monitorización de la Costa de Florida[55] y el Wind Engineering Mobile Instrumented Tower Experiment.[56] Durante la entrada en tierra, la División de investigación de huracanes de la NOAA compara y verifica los datos del avión de reconocimiento, incluyendo datos como la velocidad del viento en la altura de vuelo y de las sondas GPS, con los datos sobre velocidad de vientos transmitida en tiempo real desde las estaciones atmosféricas erigidas a lo largo de la costa (además de otros datos relevantes para la investigación). El Centro Nacional de Huracanes usa los datos para evaluar las condiciones de entrada en tierra y verificar predicciones.
 Clasificación:
 
  Los ciclones tropicales se clasifican de acuerdo a la fuerza de sus vientos, mediante la escala de huracanes de Saffir-Simpson. Basándose en esta escala, los huracanes Categoría 1 serían los más débiles y los Categoría 5 los más fuertes.
Para medir la intensidad del viento generalmente se usa la Escala de Beaufort, basada principalmente en el estado del mar, de sus olas y la fuerza del viento.
Nomenclatura de los ciclones tropicales:


  Las tormentas que alcanzan fuerza tropical reciben un nombre, para ayudar a la hora de formular demandas del seguro, ayudar a advertir a la gente de la llegada de una tormenta y además para indicar que se trata de fenómenos importantes que no deben ser ignorados. Estos nombres se toman de listas que varían de región a región y son renovadas cada pocos años. Las decisiones sobre dichas listas dependen de cada región, ya sea por comités de la Organización Meteorológica Mundial (a los que se llama normalmente para discutir muchos otros asuntos), o las oficinas meteorológicas involucradas en la predicción de tormentas.


Cada año, los nombres de tormentas que hayan sido especialmente destructivas (si ha habido alguna) son "retirados" y se eligen nuevos nombres para ocupar su lugar.


 Esquemas de nomenclatura:
  El IV Comité de Huracanes de la Asociación Regional de la OMM (Organización Meteorológica Mundial) selecciona los nombres para las tormentas de las regiones atlántica y pacífico central y este.
En el Atlántico, y Pacífico Norte y Este, los nombres masculinos y femeninos se asignan alternativamente en orden alfabético durante la temporada en curso. El "género" de la primera tormenta del año también alterna cada año: la primera tormenta de un año impar recibe nombre femenino, mientras que la primera de un año par, masculino. Se preparan con antelación seis listas de nombres y cada una se utiliza cada seis años.


  Se omiten las letras Q, U, X, Y y Z — en el Atlántico; en el pacífico sólo se omiten Q y U así el formato se acomoda a 21 o 24 tormentas "nombradas" en una temporada de huracanes. Los nombres de las tormentas pueden ser retirados tras la petición de los países afectados si han causado daños extensivos. Los países afectados deciden entonces un nombre de reemplazo del mismo género, y si es posible, de la misma etnia que el nombre que se retira.


  Si hay más de 21 tormentas con nombre en la temporada atlántica, o más de 24 en la temporada del Pacífico Este, el resto de tormentas son nombradas usando las letras del Alfabeto Griego: la vigésimo segunda tormenta es llamada "Alfa", la vigésimo tercera, "Beta", y así sucesivamente. Fue necesario durante la temporada de 2005 cuando la lista se agotó. No hay precedente para una tormenta nombrada con una letra griega haya causado daño suficiente como para justificar su retirada, por lo que se desconoce cómo se manejará esta situación, con, por ejemplo, el Huracán Beta.


  En la región del Pacífico Norte Central, los listados son mantenidos por el Centro de Huracanes del Pacífico Central en Honolulu. Se eligen cuatro listas de nombres en hawaiano y se usan de forma secuencial sin importar el año.
  En el Pacífico Noroeste, las listas de nombres son mantenidas por el Comité de Tifones de la WMO. Se usan cinco listas de nombres, en la que cada una de las 14 naciones participantes aporta dos nombres a cada lista. Los nombres se usan según el orden de los países en inglés, secuencialmente, sin importar el año. Desde 1981, el sistema de numeración ha sido el sistema primario para identificar ciclones tropicales entre los miembros del Comité y todavía está en uso. Los números internacionales son asignados por  la  Agencia Meteorológica de Japón en el orden que se forma una tormenta tropical, mientras que también pueden asignarse otros números diferentes dependiendo de cada comité regional. El tifón Songda de septiembre de 2004, fue denominado internamente con el número 18 en Japón, y sin embargo en China fue con el 19. Internacionalmente, está registrado como el TY Sonda (0418), siendo "04" los dos últimos dígitos del año.
La Oficina de Meteorología Australiana mantiene tres listas de nombres, una para cada región (Oeste, Norte y Este). También existen listas para las regiones de Fiji y Papúa Nueva Guinea.



  El servicio meteorológico de las islas Seychelles mantiene una lista para el Océano Índico Sudoeste. Allí, se usa una lista nueva cada año.
Historia de la nomenclatura de ciclones tropicales:


  Durante varios cientos de años antes de la llegada de los europeos a las Indias, los huracanes eran nombrados según la festividad que se celebraba el día después en el que la tormenta golpeaba la región.
La práctica de dar nombres de personas fue introducida por Clement Lindley Wragge, un meteorólogo australiano a finales del siglo XIX. Usaba nombres de chicas, los nombres de los políticos que le habían ofendido o atacado, y nombre de la historia y la mitología.
  Durante la Segunda Guerra Mundial, los ciclones tropicales solo recibían nombres femeninos, principalmente para ayudar a los pronosticadores, y en cierto modo, de una manera ad hoc. Adicionalmente, la novela escrita en 1941 por George R. Stewart Storm ayudó a popularizar el concepto de dar nombres a los ciclones tropicales.

  De 1950 a 1953, se usaron nombres del Alfabeto fonético aeronáutico. La convención moderna apareció como respuesta a la necesidad de realizar comunicaciones que no fuesen ambiguas entre barcos y aviones. Al aumentar el tráfico de transportes y las observaciones meteorológicas mejorar en número y calidad, varios tifones, huracanes o ciclones podían ser monitorizados al mismo tiempo. Para ayudar en su identificación, a principios de 1953 la práctica de nombrar sistemáticamente tormentas tropicales y huracanes fue iniciada por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos. Las nomenclaturas ahora son mantenidas por la Organización Meteorológica Mundial.


  Para seguir con la costumbre del idioma inglés de referirse a objetos inanimados como bote, trenes, etc., usando el   pronombre femenino "ella", los nombres usados eran exclusivamente femeninos. La primera tormenta del año era asignada con la letra "A", la segunda con la letra "B", etc. Sin embargo, dado que las tormentas tropicales y los huracanes son básicamente destructivos, algunas personas consideraron esta práctica como sexista. La Organización Meteorológica Mundial respondió a estas preocupaciones en 1979 con la introducción de nombres masculinos en la nomenclatura.

  También ese mismo año se inició la práctica de preparar listas de nombres antes del inicio de la temporada. Los nombres, son usualmente de origen inglés, francés o español en la región atlántica, dado que estos tres idiomas son los predominantes en la región donde las tormentas se forman habitualmente. En el hemisferio sur, los nombres masculinos hicieron su entrada en 1975.
 Renombramiento de los ciclones tropicales:

   En muchos casos, un ciclón tropical retiene su nombre durante toda su vida. Sin embargo, puede ser renombrado en varias ocasiones.
  Cuando una tormenta tropical entra al Océano Índico Sudoeste desde el este. En el Océano Índico Sudoeste, Météo-France da en Reunión un nombre a la tormenta tropical una vez que haya superado los 90° E desde el este, incluso aunque ya haya sido nombrada. En este caso, el Centro de Alertas sobre tifones (JTWC) pondrá dos nombres juntos separados por un guión. Algunos ejemplos incluyen al Ciclón Adeline-Juliet a principios de 2005 y Ciclón Bertie-Alvin a finales del mismo año.



  Cuando una tormenta tropical cruzaba desde el Atlántico al Pacífico, o viceversa, antes de 2001.
  Era la norma del Centro Nacional de Huracanes (NHC) el renombrar una tormenta tropical que cruzase desde el Atlántico al Pacífico, o viceversa. Los ejemplos incluyen al Huracán Cesar-Douglas en 1996 y el Huracán Joan-Miriam en 1988.
   En 2001, cuando Iris se movió sobre América Central, el NHC mencionó que retendría su nombre si se regeneraba en el Pacífico. Sin embargo, la depresión tropical desarrollada de los restos de Iris fue llamada Quince-E. Posteriormente, la depresión se convirtió en la Tormenta Tropical Manuel. El NHC explicó que Iris se había disipado como ciclón tropical antes de entrar en la región este del Pacífico Norte.
  En 2003, cuando Larry se movió sobre México, el NHC intentó clarificar el asunto: "Si Larry permanece como ciclón tropical durante su pasaje sobre México, retendrá su nombre. Sin embargo, se le dará un nuevo nombre si la circulación en superficie se disipa y se regenera en el Pacífico.


  No han habido ciclones tropicales que hayan retenido su nombre durante el paso del Atlántico al Pacífico o viceversa.
Incertidumbres de la continuación.
 Cuando los restos de un ciclón tropical se desarrollan de nuevo, el sistema regenerado será tratado como un nuevo ciclón tropical si hay incertidumbre de continuación, incluso aunque el sistema original pueda contribuir a la formación del nuevo sistema. Un ejemplo es la Depresión Tropical 10-Depresión Tropical 12 (que se convirtió en el Huracán Katrina) de 2005.

 
Errores humanos:
 A veces pueden haber errores humanos que conduzcan a un renombramiento de un ciclón tropical. Esto es más probable si el sistema está pobremente organizado o si pasa del área de responsabilidad de un pronosticador a otro. Algunos ejemplos incluyen Tormenta Tropical Ken-Lola en 1989 y la Tormenta Tropical Upana Chanchu en 2000.

Fuente: